Martes, 26 de Enero de 2021 |
Dilemas de un país “maradoniano” |
Escrito por Por Andrés Asato* |
UN PAÍS “HECHO PELOTA”. Para el autor de este artículo, ya no queda “tiempo suplementario”, al tiempo que el dilema por delante no es menor: qué vamos a entender como “nueva normalidad” para que la pelota vuelva a picar para todos. ¿De qué país estamos hablando cuando sacamos nuestras camisetas y banderas arropando nuestros cuerpos?
¿De un país que ni bien uno aterriza en suelo argentino toma una autopista que lleva el nombre de un militar que estuvo ligado a la represión de la revolución de 1874 y estableció el servicio militar obligatorio? ¿El de una larga avenida que pone en relieve a un ministro que negoció el primer compromiso financiero de la historia argentina en condiciones adversas para el país (1)? ¿O el país que honra con su nombre y apellido al general libertador que alguna vez supo decir: “Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos, los indios, seamos libres y lo demás no importa” (2). ¿Qué bandera? ¿El de una Argentina contemporánea que en su vuelta a la democracia el gobierno de entonces llevó a juicio a la Junta Militar, acusada de haber torturado y desaparecido argentinos y que en su determinación ubicó al país en un lugar de vanguardia en la lucha por los derechos humanos? ¿La de un país que alguna vez tuvo cinco premios nobel (Saavedra Lamas, Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, Pérez Esquivel y César Milstein) o aquel que denigra la labor de sus científicos mandándolos a “lavar los platos” (3) y el que promete en campaña duplicar su presupuesto en ciencia y luego propicia la “fuga de cerebros”? La grieta no es de ahora, está escrita con sangre, bombardeos, exilios, dictaduras, guerras, gobiernos populares y liberales, teorías económicas, en los libros de historia, solo que ahora la guerra fría (5) se desata minuto a minuto en tiempos mediáticos y virtuales, corre por las redes sociales desplazando el debate de ideas por titulares, fake news y un lenguaje procaz que remite a tiempos primarios (no es casual que hoy vivamos tiempos de un lenguaje violento) donde la fuerza del poderoso se impone sobre el más débil y la herramienta más eficaz e igualitaria para salir de esa condición opresiva que ha sido la educación es dejada de lado. Las corrientes migratorias en la Argentina –y la japonesa, en particular-, sobre todo en tiempos de posguerra, no han sido ajenas a ese contexto social-político-económico del país receptor. Muchas arribaron con una expectativa distinta y aun más esperanzadora a la de los primeros inmigrantes que llegaron envueltos en harapos y algunos pocos bártulos para uso personal. Lo hicieron en un tiempo y un espacio donde la tierra era fértil y el Estado de bienestar no mostraba aún signos de agotamiento y siguió acompañando con salud y educación públicas de excelencia y gratuita lo que propició la movilidad social ascendente. Prueba de ello y de esa rápida integración a los sectores medios de la sociedad lo da el matiz propietario que muchos de esos inmigrantes adquirieron dejando su rol de peones de campo, obreros fabriles y empleados cuentapropistas, así como también de estudiantes universitarios que llegaron a profesionales. No fue solo esfuerzo individual y mérito propio, sino un contexto de solidaridad comunitaria (o paisana) más los beneficios de un Estado presente que les permitió a muchos alcanzar sus aspiraciones, cumplir más rápidamente con sus compromisos económicos contraídos y desarrollar una vida más independiente. ¿Qué cambió de esa argentina dividida pero abierta a los procesos migratorios que fueron conformando su destino como país? Mucho y nada. Y en lo primero hay que partir que desde el 83 en adelante y el retorno de la democracia, el juicio a la junta militar marcó un hito sin precedentes en la región. Eso posibilitó que, aún con contratiempos y una economía llevada a los tumbos, se avanzara en nuevos derechos, nuevas conquistas (la creación de la Conadep y el Banco Nacional de Datos Genéticos, la Ley de divorcio, la Patria potestad compartida, la Ley de Reproducción asistida, la Ley de Identidad de género), que permitieron la discusión de una sociedad más dinámica y pluralista. En lo segundo, la existencia de una Estado más agotado en la posibilidad de hacer frente a las desigualdades sociales, de contemplar las deficiencias sanitarias y educativas, de una oleada inmigratoria que mutó de ultramar a limítrofe -pero con los mismos objetivos aspiracionales- y, sobre todo, el cambio profundo de un sistema capitalista productivo a un sistema capitalista financiero. Aún conservo como una postal imborrable de mi memoria a mi abuelo transportando en su bicicleta (que luego se convirtió en una imponente Rambler familiar), la ropa sucia de sus clientes de una sucursal al negocio donde funcionaban las viejas máquinas de su tintorería. Una foto color sepia que revela una verdad: la transformación de un sistema que necesitaba de la fuerza laboral integrada de sus habitantes a otro, que la excluye. Mientras la patria financiera siga siendo más rentable que la patria productiva, habrá cada día más jugadores que se queden afuera de ese partido donde una mayoría silenciosa no tiene participación ni lugar. Hay países que lograron un equilibrio entre ambos juegos, pero hay otros, en cambio, en los que ni siquiera interesa dar ese debate y ponerlo sobre la mesa. Un país donde la muerte anunciada y el funeral desbordado de un ídolo popular avergüenza más que las muertes dudosas con sepelios discretos, revela y deja al desnudo un modelo de sociedad agotado. En frase “maradoniana”, de la bicicleta de mi abuelo a la bicicleta financiera, hay un país “hecho pelota”, donde ya no queda tiempo suplementario y el dilema por delante no es menor: qué vamos a entender como nueva normalidad para que la pelota vuelva a picar para todos. La gloria eternaAños atrás pensamos que era necesario dejar atrás esos llamados en cadena donde nos pasábamos las informaciones de nuestra agrupación, y así nació “La gloria eterna”, nuestro nombre en los grupos de whatsapp que alude a la trayectoria deportiva de nuestros equipos –sobre todo en atletismo- en los campeonatos internos. El encontrarnos allí no solo sirvió para mantener activa esa mecha de nuestros antecesores, sino para establecer una comunicación más fluida que sin normas previas, se fue autoregulando solo en sus temas de conversación. Así como los tiempos de un mundo en guerra propiciaron los movimientos migratorios del siglo pasado, la actual pandemia que pone en vilo al mundo impacta también en las diferentes colectividades. En nuestro caso, ya no se trata de familias que se integran a una sociedad receptora sino de generaciones nuevas que se van volcando a un mercado laboral con herramientas diferentes. Ese nuevo escenario plantea también un debate profundo hacia el interior de las instituciones para establecer cuáles son los objetivos en común de una comunidad que hoy carece de un líder conductor, pero que a lo mejor no tenga hoy la necesidad de encaramarse en un solo referente sino en varios, que se muevan en diferentes espacios pero articulados entre sí. La tarea no es sencilla, es más bien un dilema complejo y que entraña discusiones. Es el desafío enorme de reformular ese rol clave que un diario de papel tuvo en la articulación fundacional de esa comunidad, pero ahora en los tiempos de las redes sociales. Y hay una matriz común en todo esto: la necesidad de hacerlo.
(1) “El padre de la deuda”, por Felipe Pigna, en la revista Caras & Caretas/Especial, Memorias del Saqueo, Historia de la relación argentina con el FMI). *Periodista |